había de tomar y de comer de la mano que se lo daba, porque de otra ninguna no habían de consentir que se lo diese, que a ellos no se les daba nada que se mueriese; y ansí, estuvo de aquella vez algunos días sin comer nada, hasta que la necesidad le constriñó que pasase por lo que ellos querían. Habían prometido a muchas personas de los traer en la carabela que deshicieron, a estos reinos, por que les favoreciesen en la prisión del y no fuesen contra ellos, especial a un Francisco de Paredes, de Burgos, y fray , fraile de la orden de nuestra Señora de la Merced. Ansimesmo traían preso a Luis de Miranda, y a Pedro Hernández, y al capitán Salazar de Espinosa y a Pedro Vaca. Y llegados el río abajo a las islas de Sant Gabriel, no quisieron traer en el bergantín a Francisco de Paredes ni a fray Juan de Salazar, porque éstos no favoreciesen al gobernador acá y dijesen la verdad de lo que pasaba; y por miedo de esto los hicieron tornar a embarcar en los bergantines que volvían el río arriba a la Ascensión, habiendo vendido sus casas y haciendas por mucho menos de lo que valían cuando los hicieron embarcar; y decían y hacían tantas exclamaciones que era la mayor lástima del mundo oíllos. Aquí quitaron al sus criados, que hasta allí le habían seguido y remado, que fue la cosa que él más sintió ni que más pena le diese en todo lo que había pasado en su vida, y ellos no lo sintieron menos; y allí en la isla de Sant Gabriel estuvieron dos días, y al cabo de ellos partieron para la Ascensión los unos, y los otros para España; y después de vueltos los bergantines, en el que traían al gobernador, que era de hasta once bancos, venían veinte y siete personas por todos; siguieron su viaje el río abajo hasta que salieron a la mar, y dende que a ella salieron les tomó una tormenta que hinchió todo el bergantín de agua, y perdieron todos los bastimentos, que no pudieron escapar de ellos sino una poca de harina y una poca de manteca de puerco y de pescado, y una poca de agua, y estuvieron a punto de perescer ahogados. Los oficiales que traían preso al gobernador les paresció que por el agravio y sinjusticia que le habían hecho y hacían en le traer preso y aherrojado era Dios servido de dalles aquella tormenta tan grande, determinaron de le soltar y quitar las prisiones, y con este presupuesto se las quitaron, y fue Alonso Cabrera, el veedor, el que se las limó, y él y Garci-Vanegas le besaron el pie, aunque él no quiso, y dijeron públicamente que ellos conoscían y confesaban que Dios les había dado aquellos cuatro días de tormenta por los agravios y que le habían hecho sin razón, y que ellos manifestaban que le habían hecho muchos agravios y sinjusticias, y que era mentira y falsedad todo lo que habían dicho y depuesto contra él, y que para ello habían hecho hacer dos mil juramentos falsos, por malicia y por envidia que de él tenían porque en tres días había descubierto la tierra y caminos de ella, lo que no habían podido hacer en doce años que ellos había que estaban en ella; y que le rogaban y pedían por amor de sinjusticias Dios que les perdonase y les prometiese que no daría aviso a Su Majestad de cómo ellos le habían preso; y acabado de soltarle, cesó el agua y viento y tormenta, que había cuatro días que no había escampado; y ansí, venimos en el bergantín dos mil y quinientas leguas por golfo, navegando sin ver tierra, más del agua y el cielo, y no comiendo más de una tortilla de harina frita con una poca de manteca y agua, y deshacían el bergantín a veces para hacer de comer aquella tortilla de harina que comían, y de esta manera venimos con mucho trabajo hasta llegar a las islas de los Azores, que son del serenísimo rey de Portugal, y tardamos en el viaje hasta venir allí tres meses; y no fuera tanta la hambre y necesidad que pasamos si los que traían preso al gobernador osaran tocar en la costa del Brasil o irse a la isla de Santo Domingo, que es en las Indias, lo cual no osaron hacer, como hombres culpados y que venían huyendo, y que temían que llegados a una de las tierras que dicho tengo los prendieran y hicieran justicia de ellos como hombres que iban alzados, y habían sido aleves contra su rey, y temiendo esto, no habían querido tomar tierra; y al tiempo que llegamos a los Azores, los oficiales que le traían, con pasiones que traían entre ellos, se dividieron y vinieron cada uno por su parte, y se embarcaron divididos, y primero que se embarcasen intentaban que la justicia de Angla prendiese al gobernador y lo detuviese por que no viniese a dar cuenta a Su Majestad de los delitos y desacatos que en aquella tierra habían hecho, diciendo que al tiempo que pasó por las islas de Cabo Verde había robado la tierra y puerto. Oído por el corregidor, les dijo que se fuesen, porque su rey no era home que ninguen osase pensar en iso, ni tenía a tan mal recado suos portos para que ningún osase o facer. Y visto que no bastó su malicia para le detener, ellos se embarcaron