CAPÍTULO III
Que trata de cómo el gobernador llegó con su armada a la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada
Llegado que hobo el con su armada a la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos, que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis, que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habían rescebido con la larga navegación, y para tomar lengua, y informarse de los indios naturales de aquella tierra, porque por ventura acaso podrían saber del estado en que estaba la gente española, que iban a socorrer, que residía en la provincia del Río de la Plata; y dio a entender a los indios cómo iba por mandado de Su Majestad a hacer el socorro, y tomó posesión de ella en nombre, y por Su Majestad; y asimismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco más, o menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el gobernador estuvo en la isla, a los indios naturales de ella, y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de Su Majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso como catorce leguas de la isla, donde dicen el , estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray , natural de Córdoba; y el otro fray Alonso Lebrón, natural de la Gran Canaria; y dende a pocos días estos frailes se vinieron donde el gobernador, y su gente estaban muy escandalizados, y atemorizados de los indios de la tierra, que los querían matar, a causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razón de ello habían muerto a dos cristianos que en aquella tierra vivían: y bien informado el gobernador del caso, procuró sosegar, y pacificar los indios, y recogió los frailes, y puso paz entre ellos, y les encargó a los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra, y isla.
CAPÍTULO IV
De cómo vinieron nueve cristianos a la isla
Y prosiguiendo el Gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de , para que entrase por el río, que dicen de la , a visitar el pueblo, que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos Aires, y porque a aquella sazón era invierno, y tiempo contrario para la navegación del río, no pudo entrar, y se volvió a la isla de Santa Catalina, donde estaba el gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel, huyendo del pueblo de Buenos Aires, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes, que residían en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles, que en aquella tierra residían, y le dijeron, que el pueblo de Buenos Aires estaba poblado, y reformado de gente, y bastimentos; y que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza había enviado a descubrir la tierra, y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvía del descubrimiento, viniéndose a recoger a ciertos bergantines, que había dejado en el puerto, que puso por nombre de la Candelaria, que es en el río del Paraguay, de una generación de indios, que viven en el dicho río, que se llaman payaguos, le mataron a él, y a todos los cristianos, con otros muchos indios, que traía de la tierra adentro con las cargas, de la generación de unos indios que se llaman chameses: y que de todos los cristianos, y indios había escapado un mozo de la generación de los chameses, a causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines, que allí había dejado, que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, según lo había mandado, y encargado a un Domingo de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria: por manera, que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas, para recogerse en él, los indios los habían desbaratado, y muerto a todos, por culpa del dicho , vizcaíno, capitán de los bergantines; y asimismo le dijeron y hicieron saber, cómo en la ribera del río del Paraguay, ciento y veinte leguas más bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho, y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascunsión, en amistad, y concordia de una generación de indios que se llaman carios, donde residía la mayor parte de la gente española, que en la provincia estaba; y que en el pueblo, y puerto de Buenos Aires, que es en el río del Paraná, estaban hasta sesenta cristianos, desde el cual puerto, hasta la ciudad de la Ascensión, que es en el río del Paraguay,
