Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

nombrado, venir ante Su Majestad a dar cuenta de todo lo pasado y presente, y los oficiales le respondieron que después que fue preso perdieron la fuerza las provisiones que tenía, y que no podía usar de ellas, y que bastaba la persona que ellos habían puesto; y cada día entraban adonde estaba preso, amenazándole que le habían de dar de puñaladas y cortar la cabeza; y él les dijo que cuando determinasen de hacerlo, les rogaba, y si necesario era les requería de parte de Dios y de Su Majestad, le diesen un religioso o clérigo que le confesase; y ellos respondieron que si le habían de dar confesor, había de ser a Francisco de Andrada o a otro vizcaíno, clérigos, que eran los principales de su comunidad, y que si no se quería confesar con ninguno de ellos, que no le habían de dar otro ninguno, porque a todos los tenían por sus enemigos, y muy amigos suyos; y ansí, habían tenido presos a y a y a , clérigos, porque les habían dicho y decían que había sido muy gran mal, y cosa muy mal hecha contra el servicio de Dios y de Su Majestad, y gran perdición de la tierra en prenderle, y a Luis de Miranda, clérigo, tuvieron preso con el alcalde mayor más de ocho meses donde no vio sol ni luna, y con sus guardas; y nunca quisieron ni consintieron que le entrasen a confesar otro religioso ninguno, sino los sobredichos; y porque un , hombre hijodalgo y de edad de diez y ocho años, dijo un día que él daría forma como el gobernador fuese suelto de la prisión, los oficiales y Domingo de Irala le prendieron y dieron luego tormento; y por tener ocasión de molestar y castigar a otros a quien tenían odio, le dijeron que le soltarían libremente con tanto que hiciese culpados a muchos que en su confesión le hicieron declarar; y ansí, los prendieron a todos y los desarmaron, y al Antón Bravo le dieron cien azotes públicamente por las calles, con voz de traidor, diciendo que lo había sido contra Su Majestad porque quería soltar de la prisión al gobernador.

CAPÍTULO LXXX

De cómo atormentaron a los que no eran de su opinión

Sobre esta causa dieron tormentos muy crueles a otras muchas personas para saber y descubrir si se daba orden y trataban entre ellos de sacar de la prisión al , y qué personas eran, y de qué manera lo concertaban, o si se hacían minas debajo de tierra; y muchos quedaron lisiados de las piernas y brazos de los tormentos; y porque en algunas partes por las paredes del pueblo escrebían letras que decían: Por tu rey y por tu ley morirás, los oficiales y Domingo de Irala y sus justicias hacían informaciones para saber quién lo había escrito, y jurando y amenazando que si lo sabían que lo habían de castigar a quien tales palabras escribía, y sobre ello prendieron a muchos y dieron tormento.

CAPÍTULO LXXXI

Cómo quisieron matar a un regidor porque les hizo un requerimiento

Estando las cosas en el estado que dicho tengo, un , natural de Guadix y regidor de aquella ciudad, visto los grandes daños, alborotos y escándalos que en la tierra había, se determinó por el servicio de Su Majestad de entrar dentro en la palizada, a do estaban los oficiales y Domingo de Irala; y en presencia de todos, quitado el bonete, dijo a Martín de Ure, escribano, que estaba presente, que leyese a los oficiales aquel requerimiento para que cesasen los males y muertes y daños que en la tierra había por la prisión del gobernador, que lo sacasen de ella, y lo soltasen, porque con ello, cesaría todo; y si no quisiesen sacarle, le diesen lugar a que diese poder a quien él quisiese para que, en nombre de Su Majestad, gobernase la provincia, y la tuviese en paz y en justicia. Dando el requerimiento al escribano, rehusaba de tomallo, por estar delante todos aquellos, y al fin lo tomó, y dijo al Pedro de Molina que si quería que lo leyese, que le pagase sus derechos; y Pedro de Molina sacó la espada que tenía en la cinta, y diósela, la cual no quiso, diciendo que él no tomaba espada por prenda; el dicho Pedro de Molina se quitó una caperuza montera, y se la dio y le dijo: «Leedlo, que no tengo otra mejor prenda.» El Martín de Ure tomó la caperuza y el requerimiento, y dio con ello en el suelo a sus pies, diciendo que no lo quería notificar a aquellos señores; y luego se levantó Garci-Vanegas, teniente de tesorero, y dijo al Pedro de Molina muchas palabras afrentosas y vergonzosas, diciéndole que estaba por le hacer matar a palos, y que esto era lo que merescía por osar decir

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