con dos hilos de algodón negro, y de esta manera metía y sacaba todas las cartas y el papel que había menester, y unos polvos que hay en aquella tierra de unas piedras que con un poco da saliva o de agua hacen tinta. Los oficiales y sus consortes lo sospecharon o fueron avisados que el sabía lo que fuera pasaba y ellos hacían; y para saber y asegurarse ellos de esto, buscaron cuatro mancebos de entre ellos para que se envolviesen con , en lo cual no tuvieron mucho que hacer, porque de costumbre no son escasas de sus personas, y tienen por gran afrenta negallo a nadie que se lo pida, y dicen que ¿para qué se lo dieron sino para aquello?; y envueltos con ella y dándole muchas cosas, no pudieron saber ningún secreto de ella, durando el trato y conversación once meses.
CAPÍTULO LXXVIII
Cómo robaban la tierra los alzados y tomaban por fuerza sus haciendas
Estando el gobernador de esta manera, los oficiales y Domingo de Irala, luego que le prendieron, dieron licencia abiertamente a todos sus amigos y valedores y criados para que fuesen por los pueblos y lugares de los indios y les tomasen las mujeres y las hijas, y las hamacas y otras cosas que tenían, por fuerza, y sin pagárselo, cosa que no convenía al servicio de Su Majestad y a la pacificación de aquella tierra; y haciendo esto, iban por toda la tierra dándoles muchos palos, trayéndoles por fuerza a sus casas para que labrasen sus heredades sin pagarles nada por ello, y los indios se venían a quejar a Domingo de Irala y a los oficiales. Ellos respondían que no eran parte para ello; de lo cual se contentaban algunos de los cristianos, porque sabían que les respondían aquello por les complacer, para que ellos les ayudasen y favoresciesen, y decíanles a los cristianos que ya ellos tenían libertad, que hiciesen lo que quisiesen; de manera que con estas respuestas y malos tratamientos la tierra se comenzó a despoblar, y se iban los naturales a vivir a las montañas, escondidos donde no los pudiesen hallar los cristianos. , y apartándose perdían la doctrina de los religiosos y clérigos, de lo cual el gobernador tuvo muy gran cuidado que fuesen enseñados. Luego, dende a pocos días que le hobieron preso, desbarataron la carabela que el gobernador había mandado hacer para por ella dar aviso a Su Majestad de lo que en la provincia pasaba, porque tuvieron creído que pudieran atraer a la gente para hacer la entrada (cual dejó descubierta el gobernador), y que por ella pudieran sacar oro y plata, y a ellos se le atribuyera la honra y el servicio que pensaban que a Su Majestad hacían; y como la tierra estuviese sin justicia, los vecinos y pobladores de ella contino recebían tan grandes agravios, que los oficiales y justicia que ellos pusieron de su mano hacían a los españoles, aprisionándoles y tomando sus haciendas, se fueron como aborridos y muy descontentos más de cincuenta hombres españoles por la tierra adentro, en demanda de la costa del Brasil, y a buscar algún aparejo para venir a avisar a Su Majestad de los grandes males y daños y desasosiegos que en la tierra pasaban, y otros muchos estaban movidos para se ir perdidos por la tierra adentro, a los cuales prendieron y tuvieron presos mucho tiempo, y les quitaron las armas y lo que tenían; y todo lo que les quitaban, lo daban y repartían entre sus amigos y valedores, por los tener gratos y contentos.
CAPÍTULO LXXIX
Cómo se fueron los frailes
En este tiempo, que andaban las cosas tan recias y tan revueltas y de mala desistión pareciendo a los frailes fray Bernaldo de Armenta que era buena coyuntura y sazón para acabar de efectuar su propósito en quererse ir (como otra vez lo habían intentado), hablaron sobre ello a los oficiales, y a Domingo de Irala, para que les diese favor y ayuda para ir a la costa del Brasil; los cuales, por les dar contentamiento, y por ser, como eran, contrarios del gobernador, por haberles impedido el camino que entonces querían hacer, ellos les dieron licencia y ayudaron en lo que pudieron, y que se fuesen a la costa del Brasil, y para ello llevaron consigo seis españoles y algunas indias de las que enseñaban doctrina. Estando el en la prisión, les dijo muchas veces que por que cesasen los alborotos que cada día había, y los males y daños que se hacían, le diesen lugar que en nombre de Su Majestad pudiese nombrar una persona que como teniente de gobernador los tuviese en paz y en justicia aquella tierra, y que el gobernador tenía por bien, después de haberlo