Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

puerto Guayviaño y fue navegando por el río arriba con buen viento de vela; y el propio día a las nueve de la mañana llegó al puerto de Itabitan, donde halló haber llegado la gente de caballo todos muy buenos, y le informaron haber pasado con mucha paz y concordia por todos los pueblos de la tierra, donde a todos habían dado muchas dádivas de los rescates que les dieron para el camino.

CAPÍTULO XLVIII

De cómo en este puerto se embarcaron los caballos

En este puerto de Itabitan estuvo dos días en los cuales se embarcaron los caballos y se pusieron todas las cosas del armada en la orden que convenía; y porque la tierra donde estaban y residían los indios payaguaes estaba muy cerca de allí adelante, mandó que el indio del puerto de Ipananie, que sabía la lengua de los indios payaguaes y su tierra, se embarcase en el bergantín que iba por capitán de los otros, para haber siempre aviso de lo que se había de hacer, y con buen viento de vela partió del puerto; y por que los indios payaguaes no hiciesen algún daño en los indios guaraníes que llevaba en su compañía, les mandó que todos fuesen juntos hechos en un cuerpo, y no se apartasen de los bergantines, y por mucha orden fuesen siguiendo el viaje, y de noche mandó surgir por la ribera del río a toda la gente, y con buena guarda durmió en tierra, y los indios guaraníes ponían sus canoas junto a los bergantines, y los españoles y los indios tomaban y ocupaban una gran lengua de tierra por el río abajo, y eran tantas las lumbres y fuegos que hacían, que era gran placer de verlos; y en todo el tiempo de la navegación el gobernador daba de comer ansí a los españoles como a los indios, y iban tan proveídos y hartos, que era gran cosa de ver, y grande la abundancia de las pesquerías y caza que mataban, que lo dejaban sobrado, y en ello había una montería de unos puercos que andan continuo en el agua, mayores que los de España: éstos tienen el hocico romo y mayor que estos otros de acá de España; llámanlos de agua; de noche se mantienen en la tierra y de día andan siempre en el agua, y en viendo la gente dan una zambullada por el río, y métense en lo hondo, y están mucho debajo del agua, y cuando salen encima, están un tiro de ballesta de donde se zambulleron; y no pueden andar a caza y montería de los puercos menos que media docena de canoas con indios, las cuales, como ellos se zambullen, las tres van para arriba y las tres para bajo, y están repartidas en tercios, y en los arcos puestas sus flechas, para que en saliendo que salen encima del agua, le dan tres o cuatro flechazos con tanta presteza, antes que se torne a meter debajo, y de esta manera los siguen, hasta que ellos salen de bajo del agua, muertos con las heridas; tienen mucha carne de comer, la cual tienen por buena los cristianos, aunque no tenían necesidad de ella; y por muchos lugares de este río hay muchos puercos de éstos; iba toda la gente en este viaje tan gorda y recia que parescía que salían entonces de España. Los caballos iban gordos, y muchos días los sacaban en tierra a cazar y montear con ellos, porque había muchos venados y antas, y otros animales. y salvajinas, y muchas nutrias.

CAPÍTULO XLIX

Cómo por este puerto entró Juan de Ayolas cuando le mataron a él y a sus compañeros

A 12 días del mes de octubre llegó al puerto que dicen de la Candelaria, que es tierra de los indios payaguaes. y por este puerto entró con su gente el capitán Juan de Ayolas, y hizo su entrada con los españoles que llevaba, y en el mismo puerto, cuando volvió de la entrada que hizo, y dejó allí que le esperase a Domingo de Irala con los bergantines que habían traído, y cuando volvió no halló a los bergantines; y estándolos esperando tardó allí más de cuatro meses, y en este tiempo padesció muy grande hambre; y conoscido por los payaguaes su gran flaqueza y falta de sus armas, se comenzaron a tratar con ellos familiarmente, y como amigos los dijeron que los querían llevar a sus casas para mantenerlos en ellas; y atravesándolos por unos pajonales, cada dos indios se abrazaron con un cristiano, y salieron otros muchos con garrotes y diéronles tantos palos en las cabezas, que de esta manera mataron al capitán Juan de Ayolas y a ochenta hombres que le habían quedado de ciento y cincuenta que traía cuando entró la tierra adentro; y la de éstos tuvo el que quedó con los bergantines y gente aguardando allí, el cual desamparó el puerto y

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